martes, 3 de enero de 2017

ARAMBURU, Fernando, "Patria", Tusquets, Barcelona, 2016





   En el día de la fecha, última novela de Aramburu, aclamada por crítica y público, con un tema delicado y complejo como es la existencia y consecuencias de la organización ETA en el País Vasco.

   Empezaremos diciendo que es una novela coral, por tanto sin protagonistas específicos, en la que el peso argumental recae en una serie de personajes repartidos básica, pero no exclusivamente, en torno a dos familias oponentes respecto al drama presentado que no es otro que el del terrorismo etarra. Por ello vamos a comenzar dibujando el perfil de cada una de esas dos familias y de los miembros que las integran.

Familia de El Txato y Bittori. Es, porque así la presenta el autor, la víctima de la barbarie etarra.

El Txato. Es un hombre bueno; "más listo que el hambre"; dueño, a base de esfuerzo, de una pequeña empresa de transportes que le sitúa en una posición económica buena de la que no presume y que da trabajo a gente del pueblo; es cordial con todo el mundo y amigo de sus amigos, en especial de Joxian al que siente casi como un hermano; no es independentista pero si un buen vasco euskaldun ("soy más vasco que todos ellos juntos. Y  lo saben. Hasta los cinco años  yo no hablaba ni jota de castellano. A mi  padre, que en  paz descanse, una ráfaga de ametralladora le destrozó la pierna mientras defendía  Euskadi en el frente de Elgueta (...) Yo  no puedo entender que unos tipos que pretenden defender el euskera maten a euskaldunes. Que quieren construir Euskadi, maten a vascos..." p.417); es apolítico y no se mete con nadie, generoso con todos y apreciado en el pueblo; tiene dos hijos: Xabier y Nerea y ella es "la niña de sus ojos". Un buen día, sin que haya ninguna razón objetiva y sin que se haya producido ningún cambio, empieza a ser extorsionado por ETA. Comienzan las pintadas, los acosos, y la gente poco a poco le va retirando la palabra y hasta el saludo. Él resiste y toma precauciones hasta que un día le asesinan, allá por el 1998 en los pocos metros que hay desde su casa al garaje. El asesinato fue, pues, una barbarie además absurda que nadie en su sano juicio entendería, pero el pueblo, cobarde, calla y consiente. Para no complicar las cosas la familia decide enterrarlo en el cementerio de San Sebastian, Polloe. Poco antes de su asesinato, Arantxa habla así de él ”El de la empresa de transportes. Uno que no se arruga ante las amenazas de ETA. Al parecer no paga el impuesto revolucionario, o se retrasa en el pago, o no paga lo suficiente, no lo sé ¡Corren tantos rumores! El caso es que le han montado una campaña de acoso para amilanarlo y tiene a toda la gente del pueblo en su contra. Un buen hombre. Para mi padre, un hermano y, para mí, casi como un tío. Ahora no nos hablamos con él ni con su familia aunque no nos han hecho nada. Este es un país de locos” (p.353).

Bittori. Esposa de El Txato; fuerte carácter; lleva la voz cantante en el matrimonio; autoritaria; desde que murió el Txato tiene una relación complicada con su hija, Nerea. “Muere” también el día que matan a su marido y se marcha del pueblo a vivir a San Sebastián por empeño de sus hijos hasta que un buen día decide volver allí y pasar ratos en su casa del pueblo. Va mucho a Polloe y allí mantiene largas charlas, monólogos más bien, con su marido, al que le va contando su día a día. En realidad, no soporta su ausencia y casi desea que su cáncer de útero, que se va agravando con el paso del tiempo, le permita reunirse con él y sólo la mantiene viva la esperanza de que Joxe Mari, del que sospecha fue el que apretó el gatillo, le pida perdón. Intima amiga de Miren hasta que comienzan las extorsiones y ésta y su familia les retiran la palabra. Desde ese momento el odio entre ellas será inmenso, en definitiva, el odio entre las víctimas y lo abertxale.

Xabier. Hijo mayor y el orgullo de su madre. En el presente narrativo, tiene 48 años. Juicioso y médico cirujano en San Sebastián; tímido y soltero; de joven era alto y apuesto pero no se comía una rosca porque era soso y demasiado sensato; querido en todo el pueblo; sólo se le conoce una relación amorosa con Aranzazu, -cuando ya había comenzado el acoso a su padre-, con la que era feliz pese a que no era del agrado de su madre por ser,-decía Bittori-, sólo auxiliar de enfermería, muy presuntuosa y divorciada. La relación entre ambos la rompe Xabier cuando asesinan al padre porque, en su celo de responsabilidad y protección hacia la madre viuda, entiende que no tiene derecho a ser feliz cuando les han hecho tanto daño. Lo cierto es que el asesinato de su padre le arruina la vida y le convierte en un hombre triste consagrado al cuidado de la madre. En el hospital trabaja intensamente porque prefiere eso a la soledad de su piso y los somníferos. En su despacho, terminado el trabajo, bebe cognac hasta el inicio de la embriaguez.

Nerea. Es la niña mimada de su padre y cuando empieza la extorsión la manda a estudiar a Zaragoza para alejarla y así protegerla. De joven fue abertxale porque en el pueblo todo el mundo lo era, después abdicará de esas ideas. Reacciona de muy distinta manera respecto a su hermano cuando asesinan a su padre. No quiere verse implicada en ello, se lo oculta a  todas sus amistades de Zaragoza, le horroriza que la presenten como una víctima del terrorismo, y por ello ni siquiera va al entierro de su padre (cosa que su madre no le perdonará nunca). No quiere pasar la vida llorando y sin pasar página: "Estáis emocionalmente bloqueados. Estáis la ama y tú en un agujero de pena y de rencor y de melancolía del que no podéis salir y no  yo si queréis salir. Yo he tocado fondo. Ya basta. Algo dentro de mi tiene que cambiar" (p.135). Tiene una apariencia un tanto frívola, sin embargo, ya al final, sabremos que en su casa,-en la que no entra nadie-, tiene un auténtico museo dedicado a su padre: objetos, fotos, ropas...Después de muchas variopintas relaciones acaba casándose con Quique, un tipo con dinero, fatuo y superficial que la hace feliz pese a tener, con el consentimiento de ella, múltiples relaciones con otras mujeres. En ]a actualidad tiene cuarenta y cinco años y lleva doce casada aunque su marido y ella no viven juntos y mantienen una relación un tanto peculiar.

Familia de Joxian y Miren. Es la familia opuesta, dos de cuyos miembros, -la madre y el hijo mayor-, son abertzales y enemigos férreos de la familia anterior aunque en todo el tiempo anterior a la muerte de El Txato, y desde  la adolescencia, los cuatro eran íntimos amigos.

Joxian. Es el padre de familia. Apocado y, sobre todo, pusilánime. Esta absolutamente dominado por su mujer y es incapaz de rebelarse ante el autoritarismo y la fuerza de ella. No tiene la más mínima agilidad mental e inspira un poco de piedad. Es cobarde ante su mujer, cobarde ante sus hijos, cobarde ante el pueblo, y esa cobardía le lleva a retirar el saludo a su íntimo amigo, a abandonarlo cuando más lo necesitaba.

Miren. Católica, de misa y comunión todos los domingos. Absolutamente impresentable. Bruta e inculta, defiende a su hijo Joxe Mari a capa y espada, sin atenerse a ninguna razón y ciega ante todas ellas. Se convierte así en una fanática de la causa abertxale por puro instinto materno. Los otros dos hijos parece que no le importan tanto y desde su posición de cerrazón abertxale se enfrenta a todo y a todos, por ejemplo, cuando conoce al novio de su hija Arantxa y a los padres de éste, como son de Salamanca y no vascos, dice de ellos: “Yo los veo fuera de lugar. Serán amables, educados y lo que tú quieras, pero se nota que no son de aquí. Esa manera de hablar, esos gestos. Hasta me parece que mastican distinto. Vete preparando para tener un nieto que se apellide Hernández. Sólo de pensarlo me entra dolor de tripa. A mí eso es lo que me da ganas de llorar y no Joxe Mari, que está defendiendo la causa de Euskal Herria. Yo no sé, Joxian. Yo no sé. ¿Qué hemos hecho mal?, ¿Tú lo sabes?, ¿Por qué nos ha salido una hija tan torcida? Joxian, ¿duermes?”. Es evidente su distorsión de la realidad y su localismo a ultranza. Hay muchos momentos en que parece que desprecia a sus otros hijos y que no soporta el sosiego de éstos frente a la violencia que representa su otro hijo. De hecho, en una visita que le hace a la cárcel (p.455) le confiesa que es el hijo al que más quiere, palabras que nos sorprenden como afirmación general en una madre, y como afirmación particular de esta madre dura e incapaz de transmitir ningún cariño ni emoción por nadie aunque ya, muy avanzada la novela vamos descubriendo que todo esto, a lo mejor es una pose, porque, efectivamente se dedica a cuidar de su hija, cuando tuvo un ictus terrible, o llega a aceptar muy positivamente la homosexualidad de su hijo pequeño y su matrimonio con otro hombre.

Arantxa. Un poco alocada de joven en los tiempos en que era íntima amiga de Nerea. Se casa con Guillermo (de padres salmantinos) con el que tiene dos hijos y quien la abandona tras veinte años (después de una mala relación matrimonial) cuando sufre en 2009 un ictus muy grave que la dejará de por vida en una silla de ruedas comunicándose con un artilugio electrónico. Tiene un gran corazón y mucho carácter y será la que consiga hábilmente, desde su silla de ruedas, que el odio entre las dos familias vaya mitigándose y que Joxe Mari, desde la cárcel, pida perdón a Bittori.

Gorka. Es el hijo pequeño. Desde muy pronto empieza a perfilarse como alguien distinto. Es sensible, tranquilo y lo que más le gusta es leer. Es un chaval ensimismado, con dificultades para entender la locura que representa su hermano mayor y casi toda la juventud del pueblo, porque él es apolítico y lo único que le importa es que le dejen vivir tranquilo y no le inmiscuyan en ese mundo de violencia abertxale. Le respetan porque llega a convertirse en el mejor eskaldun del pueblo, dominando a la perfección el euskera. Se lleva muy bien con su hermana y no tanto con su hermano, quien trata sin conseguirlo de convertirle en uno de sus acólitos. Tiene con él una relación difícil por lo distintos que son pero al final parece que también esto se suaviza gracias al cambio que se va produciendo en Joxe Mari. En cuanto puede se marcha del pueblo, encuentra trabajo en Bilbao en una emisora de radio y escribe cuentos infantiles. Tiene poca relación con los padres y va muy poco por el pueblo, sobre todo a partir de comenzar una relación amorosa con un compañero mayor que él, -Ramuntxo-, con el que convive y llega a casarse. Esa boda supondrá la reconciliación con sus padres, que se presentarán a ella, encantados de aceptarle tal y como es.

Joxe Mari. Desde muy pequeño negado para los estudios y la reflexión, muy activo. Desde la adolescencia se convierte en un furibundo abertxale y participa en pequeños actos más o menos vandálicos. Se va haciendo cada vez más violento, -hasta llegar a levantarles la mano a sus padres-, y se entrega en cuerpo y alma a la causa proetarra hasta que, llegado un momento, abandona todo y se marcha a Francia, para “darlo todo por Esukal Herria” y convertido en un auténtico gudari. En la actualidad tiene 43 años de los que lleva 17 en prisión y será fundamentalmente a través de su palabra interior, de sus recuerdos, como iremos descubriendo toda su trayectoria personal, si bien ésta ha estado íntegramente focalizada hacia la organización. Tuvo dos grandes amigos en el pueblo y luego en San Sebastián, Koldo y Jokin, con los que hizo parte de ese recorrido hasta que Koldo los delata, bajo tortura en Intxaurrondo, y tienen que huir a Francia donde les tienen un tiempo incomunicados hasta que son aceptados como miembros de ETA y recibidos por el mismísimo Santi Potros. Luego viene el curso de adiestramiento en armas y explosivos hasta que a Jokin le asignan a un talde (grupo armado) y los dos amigos tienen que separarse. Antes se han vuelto a encontrar con Koldo, quien les pide perdón por haberles delatado en San Sebastián (fue desde donde los dos huyeron a Francia). En 1987 Jokin se pega un tiro en la provincia de Burgos (versión oficial), obsesionado cuando detienen a Potros con cientos de nombres apuntados. Joxe Mari recuerda también su bautizo de sangre con un hombre al que no conocía: “El tipo me daba igual. A mí me mandan que ejecute a fulano y lo ejecuto sea quien sea. Su misión no era pensar ni sentir, sino cumplir órdenes”. Recuerda esa primera vez, cuando mató al dueño de un mugriento bar, al que después de dispararle al pecho, destrozó la cabeza a balazos recordando al instructor: “nosotros no asesinamos, ejecutamos. Mucho cuidado con fallar”. Llega a convertirse en uno de los terroristas más duros y sanguinarios de la organización pero es incapaz de disparar al Txato cuando lo tuvo delante y éste lo saludó con su cara más bonachona, la del hombre que tantos helados le compró cuando era niño. En esos momentos, pues, asomó un ápice de piedad en él y fue incapaz de disparar. Poco más tarde, sí participará en el comando que le asesina.
La Guardia Civil detiene a los tres miembros del comando Oria, del que Joxe Mari es el jefe y en el pueblo se multiplicaron las protestas y manifestaciones pidiendo su liberación. Resulta tremenda la descripción de su detención y de los interrogatorios, primero en el cuartel de Intxaurrondo y luego en Madrid, en la Dirección General de la Guardia Civil en la calle Guzmán El Bueno, las palizas, los golpes, el sueño, el hambre, el frío, la elaboración de pruebas falsas contra él, las variadas formas de tortura como la de las bolsas de plástico o las descargas eléctricas; también el teatro posterior ante el juez quien le dice que si le han torturado, ponga la denuncia correspondiente. Así, va creciendo en él una inmensa “bola de odio” hasta que, como si de un alivio se tratase, le llevan a la cárcel en la que, al terminar la novela, habrá pasado diecisiete años de su vida y en la que, -suponemos-, seguirá unos cuantos más.
Es en la cárcel, -Puerto de Santa María.I, Picassent, Albolote...-, donde Joxe Mari pasa por todos los estados de ánimo posible. Es el más animoso de los presos terroristas; está a la cabeza en todas las huelgas de hambre; anima a sus compañeros a que no se rindan y vigila porque así sea; los arenga con ese estilo suyo directo y agresivo. Aquella bola de odio va creciendo entre las cuatro paredes de la celda. Con la periodicidad permitida recibe las visitas de su madre, de su padre, de su hermano y, en un par de ocasiones las de una joven con la que ha mantenido una correspondencia y con la que tiene un vis a vis en el que pierde la virginidad y con el que empieza a tomar conciencia de todo lo que ha perdido y está perdiendo; ahí comienza el inicio de su hundimiento. No le doblegaron las condiciones carcelarias, ni las huelgas de hambre, ni los diecisiete años encerrado, ni los largos meses sometidos a regímenes de feroz aislamiento, lo hizo el contacto de un día con una mujer, el sentimiento de soledad y la seguridad de que había desperdiciado su vida en nombre de una causa, la de Esuskal Herria, que ahora siente que no le incumbe y un buen día, con 43, abandonó ETA, exactamente seis meses antes de que la organización pusiera fin a su lucha armada. “Se había vuelto solitario, caviloso. Parecía tranquilo, pero la suya era la tranquilidad del árbol caído. Su soledad deliberada, la de un hombre cada día más cansado. Y tanto como cansado, escamado.. Sus cavilaciones, las de una conciencia en la que poco a poco habían dejado de resonar consignas, argumentos, toda esa chatarrería verbal/sentimental con la que durante largos años él había oscurecido su verdad íntima. ¿Y cuál era esa verdad? Cuál va a ser. Pues que había hecho daño y había matado. ¿Para qué? Y la respuesta le llenaba de amargura: para nada. Después de tanta sangre, ni socialismo, ni independencia, ni pollas en vinagre. Abrigaba la firme convicción de haber sido víctima de una estafa” (p.625).
Y es así, ante los ruegos de su hermana Arantxa y por propia convicción, como escribe la carta que Bittori lleva años esperando para poder morir en paz y descansar junto al Txato. En ella Joxe Mari le pide perdón a ella y a sus hijos.

   Hasta aquí lo objetivo, la síntesis de los personajes, de lo que fueron y son, de lo que piensan y sienten, de lo que odian y aman.

   Como ya hemos señalado es una novela coral en la que, por tanto, no hay ningún personaje que destaque en especial sobre los demás, pero sí hay que señalar que están repartidos en dos bloques que no se definen tanto por la pertenencia a una u otra familia, cuanto por su actitud y posicionamiento respecto a lo abertxale, posición que es claramente distinta pese a que todos son de origen vasco. En este sentido, y aunque el final atenúa esa distribución, no me parece que Aramburu mantenga una postura aséptica y el narrador demasiadas veces toma partido por un personaje frente a otro; por ejemplo, Gorka es sensible, humilde, tímido, buen lector, mientras que su hermano, Joxe Mari es violento, prepotente, bruto, insensible. Sí, Aramburu toma partido y denuncia a una sociedad, localizada en un pueblo de San Sebastián, -“de cuyo nombre no quiere acordarse”-, hipócrita, cobarde y amedrentado por la izquierda abertxale, una sociedad representada por varios personajes, pero sobre todo por Joxe Mari y su madre, por el dueño de la herriko taberna, Patxi, -(quien amenaza a Gorka diciéndole: “Que sea la última vez que hablas para un periódico fascista y que aceptas dinero de una entidad bancaria explotadora de los trabajadores. Lo primero ya no tiene solución. Espero que no se repita. Lo segundo se puede arreglar. ¿sabes qué es esto? –Le plantó delante de lacara asustada, sobre la barra húmeda, la hucha de los presos-. Aquí caben exactamente diez mil pesetas"(p.350)- o por D. Serapio, cura del pueblo, melífluo e intrigante que va alentando el odio entre la gente, aun con la hostia sagrada en la boca: “Quítate las dudas y los remordimientos de la cabeza. Esta lucha nuestra (...) es la lucha justa de un pueblo en su legítima aspiración a decidir su destino. Es la lucha de David contra Goliat, de la que yo os he hablado muchas veces en misa (...) Me atrevería a afirmar que sobre nosotros recae la misión cristiana de defender nuestra identidad (...) ¿Tú crees que Goliat, con su tricornio en la cabeza y sus torturadores de sótano de cuartel, va a mover un dedo o a favor de nuestra identidad? Te registraron la casa el otro día, en plena noche. ¿No te sentiste humillada? (...)La misma humillación la padecen a diario miles de personas en Euskal Herria (...) Por eso te digo yo, con el corazón en la mano, que nuestra lucha no sólo es justa, es necesaria (...) Dile de mi parte a tu hijo, de parte del párroco de su pueblo, que tiene mi bendición y que rezo mucho por él” (p.314). Esta sociedad, con la iglesia a la cabeza, defiende la cerrazón, el sinsentido y la barbarie y actúa sobre gentes normales como le explica Gorka a su hermana: “O me voy del pueblo o sigo los pasos de Joxe Mari. No hay más alternativa. Me presionan. Les parezco blando. Dicen que los libros me están comiendo el coco y se ríen de mí. Les ha dado por llamarme Kartujo. Y lo peor es que están logrando dominarme y me obligan a hacer cosa con las que estoy en desacuerdo. Ahora mismo no tengo ningún amigo al que pueda hablarle como a vosotros. Casi no hablo por miedo a meter la pata(…)He estado a punto de esconderme en el bosque” (p.352). La novela ayuda, desde luego, a entender algo de la locura que supuso el arraigo de la organización en el corazón de la sociedad vasca y la manipulación de muchos jóvenes. Dice el padre de Jokin después de la muerte de éste: “Unos borregos, eso es lo que son. Unos ingenuos. Les calientan la cabeza, les dan un arma y, hala, a matar. Les meten malas ideas y, como son jóvenes, caen en la trampa. Luego se creen unos héroes porque llevan pistola. Y no se dan cuenta de que, a cambio de nada, porque al final no hay más premio que la cárcel o la tumba, han dejado el trabajo, la familia, los amigos. Lo han dejado todo para hacer lo que les mandan cuatro aprovechados. Y para romperles la vida a otras personas, dejando huérfanos y viudas por todas las esquinas”(p.340). Esa sociedad donde según dice otro personaje se perpetran crímenes con excusa política y donde “un puñado de gente armada, con el vergonzoso apoyo de un sector, decide quién pertenece a la patria y quién debe abandonarla o desaparecer”.

   Sin embargo, decepciona un poco la escasa profundización por parte de Aramburu en la cuestión política de ETA, porque acaba la novela y no sabemos nada de ella como organización, no sabemos su ideología, sólo superficialmente sus objetivos. Es cierto que estamos ante una novela y no ante un libro de análisis político pero habría estado bien tener más claves en ese sentido para llegar a conocer mejor las causas que condujeron, -y siguen conduciendo aún hoy a muchos-, hacia la barbarie a una parte importante de la sociedad vasca.

   Siguiendo con los personajes, hay que decir que están muy bien dibujados y que la progresión narrativa mantiene una intensa intriga respecto a su evolución. Además, el argumento está casi siempre al servicio de ellos en la medida en que los 125 capítulos breves en los que se estructura la novela, están casi todos ellos dedicados a un personaje en particular y el argumento se va desprendiendo de lo que vamos sabiendo de ellos.

   Hay un aspecto que me ha interesado mucho y es el tratamiento de dos elementos narrativos muy importantes como son el tiempola perspectiva. En cuanto al primero, comencemos diciendo que la historia o argumento comienza cuando el 20 de octubre de 2011, ETA anuncia públicamente su abandono de las armas, noticia que es recibida por una mujer, -Bittori-, que lleva un drama a sus espaldas. No queda claro (tampoco importa) cuánto es el tiempo de narración, probablemente dos años escasos que es más o menos lo que tarda en suavizarse la relación entre todos los personajes y en producirse un final que el lector intuye como tranquilizador. Sin embargo, el tiempo narrado realmente es mucho más largo, casi cincuenta años, puesto que el narrador nos habla de la génesis, las causas, la evolución de ese drama con el que arranca el libro y del que el lector aún no sabe nada. Lo interesante no es que el tiempo narrado sea mucho más extenso que el de narración, (hecho muy frecuente en la narrativa actual), sino que no tiene un tratamiento lineal, esto es, no está cronológicamente ordenado, sino que se están produciendo continuos flashback, incluso imbricándose unos en otros, de forma que vamos teniendo, poco a poco, datos del pasado que van explicando ese tiempo actual de narración que señalábamos antes. Por lo mismo, esto le permite estar mezclando continuamente diversos tiempos narrativos.

   Todo lo dicho anteriormente nos lleva a la perspectiva, al narrador, al desde dónde se nos cuenta la historia y esto es, para mí, muy destacable. Hay un narrador que cuenta desde la tercera persona pero lo que vamos sabiendo no es sólo por eso, por lo que él cuenta, sino por lo que van diciendo los personajes, respecto a ellos mismos y respecto a los demás, de forma que al lector le llega la misma información pero vista e interpretada por cada uno de ellos, utilizándose así un perspectivismo múltiple muy interesante. Así, se nos habla varias veces de un mismo hecho, como si de un bucle se tratara, pero siempre interpretado desde los distintos puntos de vista de cada uno de ellos, lo que lleva a una intensa utilización del estilo libre indirecto, mediante el cual habla un narrador en tercera persona pero se adentra de tal modo en el mundo interior de los personajes que el resultado es que parece que hablan ellos mismos, incluso habría que señalar la mezcla de personas narrativas en un mismo párrafo: “En tono neutro dio las gracias. ¿Gracias por qué? Por nada. Era una forma de fingir aplomo. Y colgó. Mi espalda y detrás mi madre, y el difícil omento de darse la vuelta” (p.372).

   En cuanto al estilo destaquemos las alternativas léxicas aportadas continuamente por el narrador y referidas a sustantivos, adjetivos o verbos. Se expresan gráficamente con una barra y lo que plantean es que puede haber dos opciones, cuya elección tradicionalmente resuelve el autor pero que aquí, sin embargo aparecen las dos: faros/ojos, abrió/arrancó, le pidió/exigió...Por otro lado, mantiene el autor muchos localismos lingüísticos de los vascos como lo que se refiere a los tiempos verbales, por ejemplo la utilización del incondicional en lugar del imperfecto simple del subjuntivo: ”No somos como antes de que se escaparía a Francia”, ”Si yo tendría varios años menos”; muchas palabras en euskera o muchos ejemplos de transgresiones lingüísticas que reflejan el modo popular de hablar: Dejar en paz al niño/ ...al de unos meses encontraron/.

   Respecto a la estructura, ya hemos dicho que está compuesta por 125 capítulos breves que a veces resultan demasiado circulares y repetitivos y, sin embargo, y dada la gravedad del tema que plantean, los últimos resultan por el contrario un tanto rápidos, produciéndose una serie de cambios tan importantes que resultan un poco abruptos y con la función de conducirnos hacia un final casi feliz y un tanto “blando”. Así, Joxe Mari abdica de todo lo que había sido su vida hasta entonces, -esto es, ETA-; se producen repentinos éxitos de fonación en Arantxa, que un buen día consigue articular su primera palabra después del tremendo ictus que sufrió; o aparece el tímido y casi sordo saludo, preludio de otros más conciliadores, entre las dos matriarcas.

   Para finalizar hay que insistir en que el tema de la novela, y siguiendo el estilo de Aramburu, es delicado/complejo/espinoso, con múltiples enfoques y aristas posibles de modo que, reconociendo su valor como creación literaria, resulta difícil hacer un juicio de valor de la novela pues éste siempre dependería de la perspectiva en la que nos situemos.

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